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martes, 6 de noviembre de 2018

Activo 24h




Antes que nada, agradecer vuestro interés en dedicarle unos minutos a Lya, la protagonista de esta historia, 😊

Les espera ratitos de risa, mesclados con erotismo.
Si les gusta seguirme, publicaré un capítulo todos los martes.


Esta obra está registrada.
                           
                       
                     Capítulo I


 ¡Hola encantada de conoceros!, vivo en la ciudad de Turín, exactamente en Corso Inghilterra y estoy extremadamente estresada. 
Los continuos ruidos de vecinos atormentan mis sesiones de yoga, y el olor a neumático quemado  no  son de mi agrado.                                                                                                                            
Estoy pensando en subir a la azotea del edificio e intentar hacer paracaidismo



Noo, ¡es broma chic@s! Por cierto, me llamo Lya y tengo 25 años. ¡Sí... lo sé! me pusieron nombre de perro, pero ya estoy acostumbrada. ;)

En fin, les decía, que la ciudad me está ahogando, necesito un respiro, y desconectar en medio de la nada. He pasado muchos días aferrada a mi trabajo, ¡no tranquilos, no soy la presidenta del gobierno italiano! pero si la encargada de personal de la fábrica de chocolates. 
Mil quinientos empleados, ¡sí como lo oyen! Imaginen cuando se reúnen todos y vienen a quejarse, siento como si fueran a comerme un centenar de ratas hambrientas.
 ¿Lo pillan?
—¡Yo no puedo usar matarratas!

Mi jefe me ha premiado con quince días de vacaciones y en lo único que pienso es en desaparecer.
Preparo la maleta y no sé qué llevar, pero cojo un poco de todo.
No sé lo que me puedo encontrar en las "Cinque Terre" Liguria (Italia). Un pueblo situado arriba de un acantilado, y al buscarlo en Google maps me quedé encantada con su colorido.                                                                   
No podía moverme más lejos, mi economía es escasa pues me acabo de comprar un coche a plazos, y los bancos te hipotecan de por vida.

Mucho calor, ¡demasiado!, aquí las temperaturas en verano suben más que mi ritmo cardíaco cundo veo un cuerpazo de hombretón en la playa. Perdonar, pero en Turín no tenemos mar y mi trabajo consume la mayor parte de mis horas, así que, para poder ver un poquito de carne fresca, ¡aprovecho en el gimnasio! :)

—¡Soy soltera!

No soy fea, o por lo menos eso creo yo, aunque las feas también tienen derecho a enamorarse, pero ese no es mi caso. Simplemente no tengo suerte en el amor. ­
—ya, ya sé que es muy complicado eso del amor, pero me encantaría sentir lo que sintieron Julieta y el atractivo Romeo.

—¡Por dios que estoy en Italia! la crem de la crem del amor, por lo menos eso fue lo que me vendieron en las películas, ¡y es que a mi ventana no se acercan ni los "carteristas"!
     




Un largo trayecto por autopistas, con reiteradas paradas en la gasolinera y altas temperaturas.

—¡Por fin aquí estoy! —dije emocionada cuando llegué al pequeño hostal.

Un lugar peculiar, con ciertos aires de grandeza, pero muy básico.

—Da igual, yo lo que quiero es descansar. —me repetía a mí misma.

Salgo a pasear por la zona y el olor a mar me inunda hasta el alma. Sí chic@s, el alma puede oler como también sentir, lo sé por experiencia propia.
Me siento en las rocas a observar la naturaleza que echaba en falta y pienso en la trayectoria de mi vida.

1ª pregunta:

—¿Soy feliz?

Respuesta:

—No, no lo soy.


Me mude a Italia en una época de Crisis, mi familia esta lejos y el sueldo tampoco es extraordinario.
Soy española, de Sevilla concretamente. ¡Una sevillana en Italia!
¿Os imagináis? el idioma me costó un poco, pero aquí estoy dando todo de mí.



2ºpregunta:

— Pienso y pienso. No tengo más preguntas, la primera respuesta es la base de todas las preguntas.


Supongo que es hora de pensar en replantear mi futuro, el trabajo me estresa y no hay absolutamente nada que me ate a este país.
¡Excepto su comida! su pasta, su pizza, su boloñesa…

Sola en un pueblo lleno de color, voy a el primer bar que encuentro, pues pienso comer la pizza mas grande que vea.
Suena la música Tiziano Ferro.

—No, no. —susurro.

Música romántica en un local lleno de velitas para ambientar, ¡yo sola, que ridícula me siento!
Respiro hondo, no voy a dejar que esa ausencia suponga el fin de mis minivacaciones.

—¿Qué desea la señorina? —oigo de pronto.

Alzo la vista ligeramente y no respondo.

—Señorita ¿se encuentra bien? —insiste el camarero.

—Si, sí. Por favor tráigame una copa de vino tinto. —le dije sin mirarle a la cara —
Válgame dios xikilla ¡cómo está el camarero!

No estoy desesperada, bueno sí, para que mentir.
Alto 1,80 m de altura, ojos grandes y color azabache. Una barbita sexi bordeando sus labios carnosos. Brazos marcados, y lo que había debajo de la ropa no lo podía ver, pero a simple vista lo imaginaba.

Engullo la maldita pizza, está igual de buena que el camarero, quizás de tanto carbohidrato había engordado unos quilos.
Pido la cuenta, diecinueve euros, me fumo un cigarrillo después de la gran panzada y viene el camero.

—No, eso es para usted. Gracias —le doy la cajita.

—No para usted ­— insiste

—Questo è mancia —le digo en italiano que es propina, aunque el parecía entender el español.

—Lo sé, coja el tique ­—responde en español y me hace un gesto estupido.

—¡Este tío es tonto! —me digo a mí misma y lo cojo mintiéndolo en mi bolsillo.

Al llegar al hostal empiezo a quitarme la ropa lentamente, pues estaba exhausta de tantos kilómetros y quería darme una ducha caliente.
Mi sorpresa al quitar las cosas de mi bolsillo fue encontrar en el reverso del tique un número de teléfono.

¡Ahora podía entender sus muecas!

Doy un salto en la cama de matrimonio cubierta en sábanas blancas y me pregunto 
¿lo llamo?
Lo cuestiono varias veces, pero ¡Qué coño, estoy de vacaciones! 

Una locura al año no hace daño.


Un abrazo enorme para tod@s.

                                               Saludos chismosillos. :)

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